Esta vez vamos a colechar hasta que ella nos deje.

Esta vez vamos a colechar hasta que ella nos deje.
Me despierta mi alarma a las 6am. La apago rápidamente, antes que el hijito menor que duerme a mi lado se despierte. Me quedo en la cama unos segundos, minutos, tratando de robarle algo de descanso al día. Pero sé que tengo que moverme. Me levanto y verifico que el hijito mayor también siga dormido en su cuarto. Luego, lo más callada que puedo, tomo mi ducha. Me gustaría que dure al menos 10 minutos, pero es breve. Salgo del baño e intento ser tan sigilosa como un ninja. No importa, el hijito menor empieza a hacer ruiditos. Empieza el día
Antes de que estalle el llanto, lo cargo y le doy los buenos días. Sonríe. Lo pongo en la cama mientras me visto y entonces escucho “Mamá… mamá”. El hijito mayor me llama.
Me visto rápidamente. La blusa bonita no, un polo viejo hasta después de dar de lactar. Voy a ver al hijo mayor, beso su linda sonrisa y lo saco de la cuna. “Tu pañal está bien lleno, mejor te lo cambio”, le digo. Todavía no logramos que deje el pañal de la noche. Al menos no hubo accidentes. De una vez le pongo su ropa para el nido. Rápidamente regreso a mi cuarto para cargar al otro hijito. Es su turno de cambiar el pañal y ponerse guapo. Los minutos avanzan. El mayor hace la inevitable pregunta. “Papá está de viaje mi amor, regresa en unos días”, le respondo. No me cambia mucho la vida. Papá empezó a dar clases este ciclo y dos veces por semana se va a las 6:30 am. De hecho, esos días tengo que levantarme aún más temprano, si no, me gana la ducha.
Pongo al menor en el coche y lo llevo a la cocina conmigo. El mayor ha pedido ver Masha. Normalmente hace el desayuno conmigo, pero hoy no hay tiempo para “sus tiempos”, todo debe ser rápido, así que lo dejo. Poner la fruta en la licuadora, preparar los huevos, calentar la leche, tostar el pan. Hoy la lonchera será yogurt, cereal y fruta. Hoy no hay tiempo para ser más creativa, pero sigo cumpliendo las recomendaciones de la nutricionista bloguera a quien sigo fielmente. El hijito menor me mira, babea, empieza a quejarse. Licuar el jugo, servir los huevos, servir el pan y la leche. Llamar al hijito a la mesa. Dios es grande, obedece a la primera. El menor sigue quejándose. Hora de la teta.
El mayor come, mientras yo doy de lactar. Los minutos pasan. Cambio de teta. Chequeo el face y el correo en el cel. El mayor termina. Felizmente ya aprendió a bajar solo de su silla. Empieza a saltar. Es un bello. De pronto, lo inevitable. “Mamá, popó”. Me paró y suavemente retiro al menor de la teta y lo pongo en el coche. Vamos al baño. “Avísame cuando termines”, le digo. Chequeo al menor que no está feliz para nada. “Ya vengo mi amor, sólo un ratito”. Limpio al mayor. Lo convenzo de lavarse las manos conmigo. El menor empieza a llorar. Los minutos pasan. Me caliento mi leche y me preparo un pan con queso. El menor llora desesperadamente. “Hijito, un ratito, tengo que comer algo por favor”. Tocan la puerta, es la nana. Gracias Universo. Mari carga al menor mientras termino de preparar mi pan. Me siento a terminar de dar de lactar mientras como. ¿Cómo era la vida cuando podía comer tranquila y sin apuros? Tocan la puerta, es mi mamá. “¿Qué haría sin ti?”, pienso. Le pido a Mari que le lave los dientes al mayor y lo abrigue para salir. “No quiero ir al nido”. Por supuesto. Ya va a empezar el llanto. “¿No quieres que mamá te lleve en su bici?” le pregunto. “¡¡Sí!!” es su respuesta. Punto para mamá.
El menor termina su teta. Me lavo los dientes. Me pongo la blusa bonita. Me peino. ¿Para qué me esfuerzo con este pelo? A veces no lo sé. Me abrigo. Busco los cascos, le pongo el azul al mayor. El rojo es para mí. “Mamá, ese es el casco de papá”. No, era mi casco, hasta que él empezó a llevarte al nido, pero las cosas cambian. Nos despedimos. Bajamos al sótano. Mi bici está entre otras dos. Dejo las loncheras en el piso y la saco de ahí. Me doy cuenta que las dos loncheras no entran en la canasta. Sólo el cuaderno, la muda de ropa y la lonchera del mayor caben. Mi lonchera la pongo en el manubrio de la bici. “Tengo que empezar a usar una mochila”, pienso. El vigilante nos abre la reja. Salimos veo la calle todavía un poco húmeda y dos carros estacionados en la ciclovía. Ni modo, iremos despacito por la vereda. Lo siento peatones, pero tengan piedad, es la primera vez que llevo al hijito en bici al nido.
Empiezo a pedalear y tardo unos segundos en agarrar el equilibrio. Lo consigo y respiro de alivio. Llegamos a la esquina y tenemos que esperar, hay muchos carros. Pasan los segundos, que se sienten minutos y finalmente un taxi nos cede el paso. Cruzamos y no tengo mucho espacio para maniobrar. Freno en seco y me acomodo. “Mamá, casi se cae la bici”. Sonrío. “Casi, pero no se cayó. ¿Te asustaste?” “No mucho, sólo un poquito”. Hermoso, todavía no has aprendido a mentir y ojalá nunca aprendieras. Seguimos y ya empiezo a dominar el nuevo equilibrio. Me meto a una calle paralela para evitar los autos. Ya estamos sólo a una cuadra. “Mamá, más rápido”. Sonrío de nuevo. “Hijito no puedo ir más rápido”. “¿Sólo papá? ¿Sólo papá va más rápido?” “Sí, sólo papá. Él es más grande” “Sí, él comió toda la comida”. Me río. Después de todo, es lo que decimos para tratar de animarlo a comer más. Funciona más o menos, pero siempre me recuerda que papá alcanza el techo y mamá no.
Llegamos al nido. A tiempo. La dueña me dice que me veo muy bien. Que parezco la hermana mayor y no la mamá. Debe ser el mejor cumplido que he recibido en casi tres años. Besos y adiós. Subo a la bici y me enrumbo al trabajo. Ahora si puedo ir más rápido. He dejado 12 kilos y también el miedo de caer con el hijito. Avanzo rápido y llego a la oficina. Me estaciono en el sótano 3B. ¿Cuándo harán estacionamientos para bicis arriba? Subo al piso 2. Abro la puerta y saludo. Miro mi reloj: 8:33 am. Llegué a tiempo. Lo logré. Sonrío.
Dejo de sonreír. 8:33 y siento que acabo de correr una maratón. 8:33 y ya estoy cansada. 8:33 y todavía falta tanto. Yo sólo quiero dormir. 10 horas seguidas. Exagerada. Dormir 5 horas seguidas ya sería maravilloso. Bañarme por 20 minutos sería el cielo. Extraño ser sólo dos y dormir hasta tarde el fin de semana. Ir al cine y salir a cenar más seguido (por no decir casi todas las semanas). Extraño comer como la gente normal y no parando para dar de comer, para dar la teta o comer en 5 minutos antes que me interrumpan.
¿Cómo me metí en este lío? A veces no lo recuerdo. Pero pasan las horas y regreso a casa. Ni bien abro la puerta, escucho sus pasitos corriendo. “Mami, mami”. Bracitos en mi cuello. Y al entrar veo esa otra carita. Me mira con felicidad y desesperación al mismo tiempo. Su cuerpo se abalanza a la teta. Lo amamanto. Y entonces recuerdo. Y soy feliz.
Carmen Noriega.
Mi historia de maternidad empezó en el 2009, cuando decidimos con mi esposo después de 2 años de matrimonio ser papás. Fuimos a una clínica para que me hagan una revisión y que “todo esté ok” y allí nos explicaron que salir embarazados no era tan fácil, que solo un 20% de probabilidades de éxito en cada ciclo y que habían muchos factores, pero que como con nosotros estábamos ok seguimos adelante y a intentarlo.
A los 6 meses quedé embarazada. Me acuerdo clarito de ese día, no me vino la regla (yo que siempre había sido puntualísima) y lo supe. Salí del baño con el palito con una 2 líneas, tenues, pero líneas al fin, y saltamos mi esposo y yo gritando “vamos a ser papás, vamos a ser papás!”. Me saqué un examen de sangre, los números del HCG eran bajitos (no sabía qué significaba) y fui al doctor. Vio los números, me preguntó la fecha de última regla, me revisó, no vio nada y me dijo que de repente aún estaba muy chiquito…pero algo no le cuadraba. A los días empecé a sangrar. Fue mi primera pérdida. Lloré mucho, pero el doctor me dijo que era usual, que no había nada malo y que lo volviera a intentar en 6 meses. Lo volvimos a intentar a los 6 meses y 1 día. Y quedé embarazada, al toque. Ya no saltamos de alegría, solo nos miramos con alegría, pero con miedo. Y de nuevo, el examen de sangre, los resultados bajitos y a la semana empecé a sangrar nuevamente. Otra vez lo perdí…no entendíamos nada y la tristeza nos empezaba a invadir. Cambiamos de doctor, sabíamos que había un problema, averiguamos con una especialista en fertilidad, que nos pidió varios exámenes. No había nada raro en los exámenes genéticos, ni de hormonas, ni en el espermatograma, ni nada físico, todo bien. Nos hicimos dos tratamientos de inseminación artificial y los dos fallaron…no salí embarazada. La doctora quería seguir intentando, pero nosotros dudamos y cambiamos otra vez de médicos. Me traté con 2 médicos en paralelo (la más noica jaja), nos hicieron más exámenes y todo salía bien. Ambos nos dijeron, inténtelo de nuevo. Y de nuevo salí embarazada. Fui donde el doctor con el que había conectado más, con mi examen de sangre que decía que estaba embarazada. Me miró y me dijo “estos resultados no están bien, no cuadran con el tiempo que deberías tener” y dicho y hecho, a los días empecé a sangrar nuevamente. Mi tercera pérdida. Pero este doctor me dijo, no te preocupes, hay esperanzas. Lo vamos a conseguir y me hicieron más exámenes. Unos experimentales que tienen que ver con tu compatibilidad genética con la de tu pareja. Unos exámenes costosos y que en ese momento mandaban a Colombia para su análisis. Y lo encontraron: ustedes dos no son compatibles, nos dijeron. Para que un embarazo sea viable la compatibilidad debe ser 35% y ustedes tienen 12%. Era como si mi cuerpo atacara al embrión porque reconocía que habían genes que no eran los míos. Me hicieron un tratamiento rarísimo usando la sangre de mi esposo, tratándola e inyectándomela en los brazos. Y después de 6 meses más, por fin éramos compatibles. Y nos pidieron intentar nuevamente. Intentamos y al mes ya estábamos embarazados. Me vio el doctor y aún no se veía nada. Todavía es muy poco tiempo, ven en 2 semanas. A la semana empecé a sangrar un poco. Me mandaron a mi cama y me revisó a las 2 semanas. Era un embarazo ectópico, pero ahí estaba el latido que siempre había querido escuchar. Fuerte y claro, pero que no podía seguir. Me dijeron que tenían que inyectar algo para sacar el embrión y que se perdiera solo. Que era peligroso para mi vida. Nunca he llorado tanto como esa vez. No podía creer que estuviera haciéndole eso al bebé que había querido tener durante casi 3 años. Después de las inyecciones, me revisaron nuevamente y su corazón seguía latiendo, me tenían que operar. Me operaron y salvaron la trompa donde se había alojado mi pequeño. Me dijeron que esperara 3 meses más porque las medicinas eran fuertes y que volviéramos a conversar. Estaba en la tristeza absoluta y no ayudaban nada los comentarios de que ya tenemos 5 años de casados, que para cuándo, que me relaje, que tal vez son con buena intención, pero cómo duelen cuando la persona que lo dice no sabe qué pasa. Busqué un psicólogo para que me ayudara a procesar lo que ya no podía hablar con mi esposo ni con nadie. Pero no estaba dispuesta a renunciar a mi sueño. Pasé mi etapa de duelo y mi esposo y yo nos fuimos de viaje para relajarnos…ese fue el último viaje que tuvimos solos J Cuando regresé ya con más paz, conversé con mi doctor e intentamos una fertilización in vitro. Quedaron dos embriones sanos y perfectos (un niño y una niña) que me implantaron un 1 de mayo de 2012. Ya no celebramos ese día como el día del trabajo sino como el día de la celulita. Se implantó solo uno, mi niña arcoíris, la que vino después de la tormenta. El día que nos dijeron que estábamos embarazados fue increíble y por fin sentimos que lo habíamos logrado. Y aunque fue un embarazo fácil al inicio tuvo muchas complicaciones al final. Fue un embarazo lleno de miedos, de idas al doctor casi que para que me dijera que todo iba a estar bien…y por supuesto no le contamos a nadie hasta que tuve 4 meses y ya no había forma de esconder la panza. Mi niña nació prematura y sin aviso, un mes antes de que la fecha probable de parto pero sana. Fue el mejor día de mi vida, con una mezcla de emociones increíble…pasé por el miedo y por el llanto y finalmente por la felicidad completa. Después tuve 1 niña más, ya con un embarazo más sencillo. Mis hijas tienen ya 4 años y 1 año. Ellas son felices y nosotros también. Mi mensaje es que siempre hay esperanzas, hay que buscarlas, pelearlas, buscar ayuda y ser fuertes. La infertilidad es dolorosa, a veces un camino largo, pero es un aprendizaje del que, estoy segura, sales más fuerte! Espero que mi historia le sirva a alguien. Un abrazo M (de mamá) |
Hoy, después de 1 año, 4 meses y 19 días nos despedimos para siempre de la teta… No pensé que sería tan rápido. Nos a tomado 9 días exactos… Quería que el proceso durará más. Siento que se me escapó como la arena entre los dedos. Pero lo cierto es que agradezco por como es ella , por como soy yo, que fuera tan rápido y veloz (cada bebé, cada mamá son distintas y para nosotras ha sido mejor así). Mi pequeña hermosa parece que entendió perfectamente lo que pasaba y se lo puso fácil a mamá.
¿Cómo me siento? No lo sé. Orgullosa de ella y su capacidad de adaptación, un poco feliz, adolorida, un poco triste, sin miedo ya que puedo empezar el tratamiento que me empujó a destetarla… y por qué no admitirlo… no me siento «liberada» pero si RENOVADA.
Hoy se ha abierto la puerta a un nuevo inicio en nuestras vidas, un nuevo tipo de relación donde la teta ya no es el eje ni la salvación. Hoy tenemos un sin fin de nuevas posibilidades de darnos amor, hoy ella ya aprende a calmarse sola sin depender de la teta. Hoy me dice más mamá… ya no me llamo tete. Hoy creció un poco más, hoy es más fuerte e independiente. Hoy se siente más segura que nunca que nuestro amor es para siempre.
Hace unos días les contaba que tengo glaucoma en un grado extremadamente avanzado y que ya no puedo retrasar más el tratamiento. Creo que el no tener opción a ni dudarlo, que simplemente lo tenía que hacer porque quiero estar bien, (no quiero obviamente quedarme ciega) lo hizo todo más sencillo para las dos.
¿Cuáles son las pautas para un destete respetuoso? Pues la verdad entre tu y yo no las sé todas, pero si te puedo contar lo que funcionó para nosotros.
Esto fue lo que funcionó para nosotras, pero no hay fórmulas mágicas , cada quien debe encontrar su camino porque como lo dije al principio cada mamá y cada bebé son distintos y cada historia de lactancia es única y diferente.
Hoy una vez más veo los resultados maravillosos de la crianza respetuosa y con libertad, de la crianza con apego. Mi pequeña es segura y feliz con o sin teta, es mucho más grande hoy de lo que era ayer. La veo orgullosa cuando se hace entender mientras pide algo. Ha sido todo un reto para ella pasar de la facilidad de decir teté para solucionarlo todo a poder identificar y pedir aquello que realmente quiere. Ver esa felicidad, esa seguridad, ese orgullo en ella me ha dado una vez más una lección para la vida. Crecer , amarse y ser independiente nos da la libertad ❤
Hoy he sobrevivido gracias a ella a mi última teta. No les voy a mentir , claro que he llorado, pero a veces son totalmente compatibles y complementarias un par de lágrimas de añoranza y tristeza con el pecho inflado de orgullo y la sonrisa llena de amor y alegría total. Lloririendo y avanzando hacia la siguiente aventura… a seguir creciendo junto a ellos.
La Tata, criando, creciendo.
Tienes unos días de retraso te haces unas pruebas y te enteras que estás embarazada, se lo cuentas a un par de personas que te felicitan y te apoyan pero nadie te dice una verdad que permanece oculta en todas nosotras. Aún no lo sabes pero acabas de entrar en el mundo más competitivo que te puedas imaginar. Ni los máster, ni el deporte, ni el colegio, tu alto rango de ejecutiva, ser una más entre muchos empleados o ser la del medio de 5 hermanos te podrán preparar para el nivel de competitividad constante y silenciosa (a veces no tanto) a la que acabas de ingresar… No salgas corriendo… No hay vuelta atrás.
¿Es realmente decir NO tan malo como a veces creemos? He leído muchos artículos sobre crianza positiva y crianza con apego donde el NO está casi diría yo satanizado. Decirle no al niño es considerado castrante y que influye de manera negativa en su desarrollo. SIn embargo el no es parte de las bases de la crianza positiva y respetuosa.
Estoy completamente de acuerdo en que hay muchas veces que si podemos evitar decir el no y cambiarlo por una frase positiva y estoy totalmente convencida que en esos casos el resultado puede ser mucho mejor.
Pero lo cierto es que los niños si necesitan aprender el NO y lo que significa.
Lo necesitan por que
No debemos sentirnos culpables de decir no , ni mucho menos enseñarles con ese ejemplo a ellos a sentirse culpables de decirlo y tratar de encontrar otra manera de llegar al mismo punto. Un no debe ser fuerte y claro, y en el caso de nosotros hacia nuestros hijos debe ser claro , seguro , respetuoso, fuerte y lleno de amor.
¿Qué opinas? ¿Tu dices NO?
-La Tata, Cr
El sueño es importante para la salud física, emocional y mental de todos los seres humanos, y es aún más importante durante los primeros años de vida, por eso es muy importante que respetemos las horas de sueño de nuestros pequeños.
Durante el sueño de nuestros hijos pasan cosas importantes dentro de su cuerpo y mente:
¿Cuántas horas debe dormir el bebé?
Como en todo cada niño desarrolla de una forma diferente, habrán algunos que hagan varias siestas y otros tal vez ninguna. Lo importante es que logren dormir todas las horas de sueño que corresponde para su edad (obvio si respeta además las siestas que le tocan es maravilloso).
¿Cuántas horas al día duerme tu bebé?
La Tata, Criando en Tribu